ERES CANCIÓN


Entre San Jorge y San Marcos, eres tan grande que naciste escoltado por nuestros santos más ilustres y conociéndote, estoy seguro de que así fue porque tú lo decidiste.

Las calles vacías, olor a sal, inmensas ganas de soñar. Alzo mi jarra herido de noche, de nostalgia y de alcohol, brindo por ti y trato de cantar a todo pulmón sin llorar. Pido otra ronda sin miedo a naufragar en otro inoportuno amanecer, sin prisa alguna por despertar, poniendo el pie en la puerta para que no cierren el bar.

El tiempo no espera, avanza a toda prisa su impertinente tic tac sin mirar al vacío. La vida es como un hilo que se corta de improviso sin avisar, y así, el abismo cercenó el tuyo el veintiuno a última hora, fatídico instante en el que se acabó la cuenta atrás.

Y conociéndote sé que así tú lo escogiste, lo sé.

Cuenta ese grupo al que tanto admiras que el alma no se puede matar y yo añado que es cierto, que ahora eres viento que mece las melenas libres a ritmo de rock and roll. Puedo contarte que floreció fuerte tu almendro, tuvo preciosas flores, ahora incluso sus ramas jóvenes tienen almendras, así de fuerte y combativo es el guerrero. Allí, en tu paraíso soñado, arrastrándonos a dimensiones paralelas, entonamos canciones, abrazamos ganas de estar con la gente, de echar unos tragos. Si es contigo, siempre voy. Era tan fácil comprenderte, reír contigo, vivir y sobrevivir, ocho que no y uno que sí. Sobran ya las palabras, nunca he sido más yo mismo como estando junto a ti.

Acordes y brillos de metal, estrofas humildes rasgan la oscuridad y eres canción. Tú eres el alma y nosotros tu voz que una vez más se escuchará al ponerse el sol. Llora una guitarra sola en un rincón, le faltan tus dedos, tu calor, y sin embargo todos estos cantantes, todos estos grupos se unen para dedicarte estos versos, estos arpegios, estos acordes tan acordes con nuestros sentimientos. Eres canción, eres almendro, eres viento y eres nuestro, SIEMPRE.

Es el primer cumpleaños que celebramos con la compañía de tu ausencia, y no puedo evitar recordar aquel que por videoconferencia celebramos en la pandemia. O mucho me equivoco o en ese cielo donde habitas junto a Big Simon hay wifi y no creo que les falte la cerveza. Nos puedes llamar a la hora acostumbrada para brindar una vez más y cantarnos, porque seguro que ya has formado tu banda y tocáis esta noche en algún garito.
En cada concierto, en cada canción, en nuestros corazones siempre habrá un trocito de ti, Luismi.

Feliz cumpleaños, AMIGO. 

Te debo una canción

Últimamente pienso en los últimos días junto a ti, en todo lo que hicimos, en todas las travesuras que proyectamos, en las risas y buenos ratos que quedaban por venir, por vivir.

            Con cierto desconcierto se difumina en mi recuerdo un último abrazo y tus palabras susurradas, – no aprietes tanto que estoy débil y me estrujas-.

            Estaba previsto que regresaras en una semana y ya ves, aquí me tienes recordando en tu ausencia que te debo una canción.

            Últimamente, desde hace casi dos meses, pienso en el tiempo que nos ha faltado, en tu ejemplo de roble fuerte y guerrero luchador, en tu forma de enfrentarte a las injustas injusticias de esta vida, en tu compañía mágica y en que me sabe a poco lo poco que duró.

            Hoy que eres ya lo que vaticinabas, polvo de estrella fugaz en un firmamento de música, almendro recién nacido en tu querido paraíso, estrofa inacabada en muchos corazones de pelo largo, recuerdo que te debo una canción.

            Nos sentimos libres sentados en aquel sofá al borde de la carretera, nos dieron las seis sintonizando a los Stones y el guitarra aquel tocando Eutanasia y El bar en un remoto concierto para nosotros. El error estuvo justificado, el aplauso fue absolutamente merecido y la camarera, ¿te acuerdas?, qué ofendida se sintió al pedirle una bebida sin alcohol.

            Gracias por tanto, por la risa ya que a tu lado jamás hubo llanto, por los recuerdos dulces puesto que junto a ti nunca los hubo amargos, por ser nuestro referente y enseñarnos tantas lecciones de lucha aferrándote a la estela intangible que cada vez corría más rápido para que no pudieras alcanzarla.

            Ahora eres canción, eres concierto, eres melodía alegre, eres almendro recién nacido, eres nota de guitarra al viento y eres nuestra luz para siempre, lo cual me hace recordar que te debo una canción.            

Tranquilo, pronto la terminaré porque empezada ya está. Comienza suave y dulce la música para ir subiendo en intensidad y en la letra predomina esa metáfora que tan bien conoces, esa que inventaste, esa tan tuya que supiste hacer nuestra, nuestra bandera.

            Termina dándote las gracias. Gracias por ser parte de mí, de nosotros, de esa Puerta de atrás que fue el acceso principal al edén prometido en tantas ocasiones como la franqueaste.
            Últimamente estoy obligado a pensar demasiado, en lo pronto que te fuiste y en lo mucho que te recordamos.

            Te debo una canción, AMIGO, eres canción, SIEMPRE.

Expectativas y espejismos

Empiezo a acostumbrarme al abismo de la ausencia. Era de esperar, el Cierzo incierto enloquece a las veletas yertas, desplaza a las tormentas irascibles y el inherente dolor se diluye en el más que previsible último naufragio.

Amanecer, despertar, temblar y levitar y ser incapaz de dibujar otro espejismo de promesas en el pasillo camino de la cocina. El ruido de la cafetera y ese inconfundible aroma del café recién hecho te traen de regreso al hogar, apareces en el umbral y eres, sin serlo, lo único real de este verano sin final.

Clavo los labios en la humeante taza blanca, demasiado caliente el amargo néctar negro, demasiado frío el gris trayecto en soledad.

Busco las migas duras de tu pan ancestral para crear las expectativas que me guíen por el camino correcto y me lleven a la encrucijada del destino, para que me conduzcan a tu lado, para que me eleven hasta tu señal. No están, han desaparecido y al no encontrarlas el vértigo me difumina el sueño.

Haz una nueva apuesta desde el cielo, lánzame un flotador de corcho, acaricia mis guedejas desordenadas por el tiempo y llena de ilusiones ilustres este espejismo sin futuro. Inventa treinta luceros tan sólidos como esos treinta inviernos que sin tu calor navegamos.
Abrázanos, acógenos en tu humilde regazo silente y garzo, la suerte de las lágrimas ha virado a sonrisa sin intermisión y nosotros, desde el suelo, con alegría os recordamos.

La utopía de tu cumpleaños

Se nos hizo tarde demasiado temprano. Cayó el telón apenas comenzado el primer acto y es tarde ahora que he cambiado por canas mi pelo negro y por calmas mis tempestades. Ahora que he cambiado el espejo del cristal de mis gafas de sol por la lupa de la presbicia miro al cielo y lo veo más zarco, más alto y no obstante tan cerca que si cierro los ojos puedo rozarte.

Anclado en la memoria está el calendario y varado en el alma está el recuerdo. Si la vida es fugaz, cada cumpleaños es irreversible, si en nuestras copas al brindar se oculta un abismo encubierto alzaremos el destino envuelto con burbujas que acaricien nuestro paladar en blanco y negro.

Ya no hay luz para escuchar nada y sin embargo todo está cada vez más claro. Hoy como cada final de enero, puedo cerrar mis brazos en torno a mi pecho y verte sonreír, puedo abrazar tu frágil cuerpo una vez más, solo una, y al abrirlos y soltarme sin desabrazarte persigo de nuevo lo que nos difumina el infinito a la vuelta de la esquina.

Hoy al igual que todos mis días he dedicado mis esfuerzos e ilusiones a intentar merecerte siquiera un poco. Escribir es solo locura que distrae rasguños y mientras busco versos que evoquen imágenes de los días en que cruzábamos sin remos los puentes del amor, me reflejo en el estanque, nos reflejamos todos, presentes y ausentes, en esas aguas de palabras hondas, en esas ondas concéntricas que se abren en recuerdo de otros tiempos y preludio de felicidades venideras.

Camino despacio hacia lo desconocido y quizá descubra esos misterios que preferirían ignorar aquellos que siempre fueron ignorantes. Ignorantes de ti y de mí y de él y de ti y de mí y de él y de ella y de ti y de nosotros y de ti…

Bebo los suspiros al sur del firmamento. En la cocina el ruido de la cafetera anuncia tu presencia, ¡qué dulce paradoja el aroma del café en las oquedades del vértigo! Algunos aromas dulces y sabios desaparecen para no volver nunca, tú lo sabes mejor que nadie. Pero siempre por encima de nuestras cabezas está el cielo con sus nubes, por dentro del corazón está el cariño y a flor de piel hierven en carne viva nuestros sentimientos vivos en rescoldos hambrientos.

Ha empezado el final de la lluvia, ha empezado a corromperse el suspiro de la niebla y el frío se nos queda en la altura, tan elevado que allí no llega el efímero sueño de sus nieves. Desde arriba me observan tus ojos y más alto aún que tu mirada está el cielo y la caricia tibia de tu tacto me la acerca el viento de tu boca al soplar ochenta y seis velas.

Si cierras los ojos hoy que es tu cumpleaños y te dejas llevar por el suave calor de aquel café podrás cantar y bailar, me podrás secar las lágrimas con tus labios una vez más y conseguirán tus dedos cansados tocar el sueño del cielo y yo lograré acariciarlo a través de tus manos y tu silencio.

Podrás tocar el cielo hoy que ya es tarde demasiado pronto. A veces me miento y me olvido de que tú ya no necesitas estímulos para tocarlo ni soñarlo. Tú ya estás allí, esperando con los dedos entrelazados, armándote de paciencia y balanceando la mecedora como siempre hacías en la ternura de tus noches.

Otro invierno de silencio, y mañana será otro día y tú seguirás ahí, ondeando la bandera argéntea y zarca, engendrando ternura con el roce de tus labios.

Más alto que nosotros y por encima del cielo está tu sonrisa.

Esos inoportunos recuerdos del puñetero Facebook

Imagen 003mama titanic

 

En los últimos años te habían atropellado los años y te habían caído como inmensas y pesadas losas. Saltaste sin red desde el blanco y negro al color más chillón de tus espaldas. Ajena a casi nada y distraída de casi todo para terminar ausente desde tu ausencia. Los peones nunca ganamos la partida, no obstante, como nos vemos obligados a jugarla, no abandonamos nunca y jamás nos rendimos aunque nuestro caparazón esté terriblemente cansado y muy gastados los pasos empecinados en la inexorable derrota.

Has dejado de vivir muchas situaciones en estos años, ya casi cinco, que me faltas, algunas han sido buenas como ya te he contado, otras no tanto, precisamente esas que te he ocultado. Te has perdido una pandemia mundial que todavía no hemos superado, te has perdido la aparición de un virus que nos ha recordado lo frágiles que somos, lo poco que cuidamos a la Naturaleza y a las pequeñas cosas. Y cómo me alegro de que así haya sido, de que no hayas estado para recordar este año inolvidable.

Aunque no te hubiera costado ningún esfuerzo permanecer confinada en casa, eso lo sabemos, tú y yo lo sabemos. Sí te hubiera resultado difícil alzar la voz y no hubieras comprendido apenas nada de tanta palabrería e hipocresía, tantos gritos a destiempo y tantas luchas por el poder en vez de estar todas las manos unidas en una dirección común. Cómo me alegro de que te hayas perdido el espectáculo. No comprendo cómo todavía subsistimos y convivimos odiándonos como nos odiamos.

Llevo muchos meses sin poder ir a casa, a tu casa, sin embargo siento en el corazón que pronto iré al lugar donde viví, al primer hogar que recuerdo, al espacio donde me siento vivo y allí, tu voz débil se volverá a alzar con fuerza renovada, sea real o sea en sueños, la fotografía en blanco y negro lo proclama.

En el Titanic estuviste, la instantánea en color lo atestigua; en el castillo no te quedaron fuerzas y a mis cuentos no llegaste. En el corazón siempre vives y siempre persistes en la luna, en su mazapán, en las estrellas y en esos inoportunos recuerdos del puñetero Facebook que te asaltan sin permiso apenas bajas la guardia.

Ahora sueño despierto inmerso en una utopía, en la de un ángel imperfecto, tú ya sabes, tu y yo ya sabemos.

El sabio imperturbable

estatua

Despierto en ese estado de gran pesar que el viento barre hecho jirones como eco de tañido de bronce antiguo. Espabilo, deshago el gurullo desmenuzando con pereza decreciente mis pesadillas y me reinicio. Frente al espejo me enfrento al hombre que soy, al rival que quiero dejar de ser, al efluvio que quiero volver a ser, a todos ellos a la vez. Imbuido en procaz confusión percibo que en ese estado impreciso necesito cuerdo consejo, consejo que, para no variar, no me dibuja el reflejo. Me atavío de verde esperanza y salgo en pos de esa sapiencia magenta que a mí siempre se me resiste y se me niega.

A mi espalda veloces motores negros que difuminan de rugidos grises los sabios consejos blancos. En mi dorso silentes pasos de glauco caminar pausado se inmiscuyen, me interceptan y me usurpan con su tacto delicado los contornos del mástil que me aferra al estandarte del cuerpo al que contra mi voluntad pertenezco. El más prudente de todos los que poseen y poseyeron sabiduría ha escapado del marco que le fue asignado cuando abandonó la barca activa de sus días. Sus dos sólidas manos varadas sobre la apoyadura ceniza de la barandilla acariciándola con su tibio tacto, la mirada oscura al frente indiferente a tráfico, estados y consejos. La pierna diestra un poco más avanzada hacia la ambigüedad, la paciencia inmensa flexionada hacia la eternidad. El impasible frío por montera y el tiempo imposible, todo el tiempo posible en los bolsillos.

Apenas nuestras manos se rozan cuando recibo su consejo anhelado, en un instante supremo se fusionan nuestros estados y soy él…, soy tú…, soy yo sin ti. El sabio más sabio petrificado en la persistente nostalgia infinita; el necio más necio convidado de piedra en el denso reino de la pecaminosa siesta.

De este lado de la ilusión óptica de la vida no hay arrebatos locos de furia, tan amplio es el mar de la rutina que obligados nos vemos a dar espaldas a las cuchilladas salvajes de sus misterios.

Querido sabio imperturbable, gracias por regresar a mi llamada muda, a mi ignorancia ciega, a mis dudas sordas, gracias por dejarme sollozar en tu sempiterno hombro una vez más y aliviar en tu alma mis persistentes heridas, esas que solo tú eres capaz de sanar.

Sin ti no hay color

Sin ti no hay color, no, no lo hay.

Recuerdo que me desperté, hace veintiséis años, como un elefante desubicado. Recuerdo que corrí hacia el coche como un pato mareado y recuerdo, sin brumas, que tardaste en venir porque no tenías prisa. Como buena astilla de tus palos, siempre preferiste la noche para salir. Recuerdo que llegaste y desde entonces sin ti no hay color.

Recuerdo que no supe cambiarte el pañal y el retraso en la limpieza te provocó tu primer escozor, ese fue mi primer regalo para ti, un enrojecimiento doloroso de posaderas, pero no lo recuerdas y en estos años se te ha curado y a mí creo que también.

Recuerdo unas palabras cuyo significado entonces ignoraba y hoy he olvidado. Estasis piélico bilateral. Recuerdo mi miedo de entonces y puedo palparlo ahora,  recuerdo que cantaba en tu oído para calmarte y te susurraba para relajarte y que te mantuvieras inmóvil mientras te exploraban, recuerdo  lo bien que te portaste y la felicitación del equipo médico por tu comportamiento. Recuerdo otros recuerdos que no te voy a recordar para que permanezcan en tu olvido.

OLYMPUS DIGITAL CAMERA

Recuerdo que no lo tuviste siempre fácil, al contrario, recuerdo que tuve que rescatarte de la piedra justo antes de caer al río, y de otras aguas frías y canallas me hubiera gustado rescatarte pero la vida es un río en el que cada gota de agua tiene que rescatarse de sus propias rocas. Y lo cierto es que desde hace años te desenvuelves mucho mejor que yo río arriba y saltas con más firmeza de la que yo tuve nunca, ya no podría seguirte de piedra en piedra río arriba hasta el Charco verde.

Hoy quiero felicitarte por vigésimo sexta vez y felicitarme yo también porque sin ti en esta vida no hay color, porque sin ti, todo sería nada, porque sin ti no pasamos del blanco y del negro que al final se tornan gris.

Quiero decirte que llevo tatuada tu sonrisa que para ti quiero eterna. Quiero que sepas que admiro tu valor y tus decisiones. Quiero degustar tu chispa muchos lustros y saborear muchos conciertos a tu lado. Tú lo eres tó, eres raíces de amor que alimenta mi alma, eres la luz que me hace sol, el calor que me hace luna, la luna que hace dulce mazapán en toda noche cerrada hasta que finalmente con tu color se abre a un nuevo amanecer.

OLYMPUS DIGITAL CAMERA

Tú eres pa mí, el beso sin fin, la brisa pura, suave y fresca en mi cara.

Quiero que seas el cielo donde poder volar en paz y quiero gritarte te quiero sin tener que gritar porque sin ti no hay color, bendito color, tacto y sabor el que nos trajiste aquel largo día de mayo que trémulos dedos por primera vez te abrazaron.

Hay muy poca gente

Alzo mis ojos hacia el cielo que hoy también anda entre nubes de tristeza y le murmuro que me gustaría saber si este carrusel en el que giro sin rumbo es un amanecer o solo otro ocaso. Hoy, desde el transido encierro, pienso en cuánto daría por poder cruzar el puente con vosotros y celebrar cada sonrisa con una carcajada.

Alzo mis ojos hacia el techo que hoy también anda con carencia de telarañas y empiezo a pensar que en realidad es cierto, hay muy poca gente, pocos hermanos de sangre unidos en barbacoas eternas que son el único contrato que jamás se puede liquidar antes del amanecer.

Y las palabras no sirven de nada. No, no creo que sea cierta esa afirmación, ese no es mi estilo de defensor a ultranza de las palabras, sí sirven, sí nos sirven. Nada puede dañarme si me envuelvo en las palabras y los abrazos de mis amigos.

Detesto la lentitud exasperante con la que se desplaza en el reloj la arena de arriba a la celda de abajo, detesto la parsimonia desesperante del transcurso de los días en esta mierda de primavera y sueño con estíos llenos de palabras que provocan estridentes risas. Unidos por la amistad que nos proporcionó en su momento el capricho de la casualidad, nos damos la mano, una mano llena de palabras que sí sirven, una mano llena de libertad que todos nos regalamos, una mano llena de bendita locura que se cura agravándose con el bálsamo de otro abrazo.

Y con este traje de ausencia que me conduce al abismo más lejano me visto hoy, me visto de palabras de las que antaño me desnudé y me gustaría defenderme de este abril interminable con vosotros, cara a cara, cuerpo a cuerpo, risa a risa, latido a latido. Me visto de esas palabras que sí nos sirven porque ya es tarde para cambiar: cerveza, abrazo, sonrisa, sorpresa, Luna, lagarto, salud, rock and roll, amistad, libertad, PUERTA.

La Puerta es la actitud correcta.

Dejo de mirar al cielo y al techo y miro a mi alrededor, hay poca gente pero tengo mis razones personales para pensar que no conseguirán apartarnos ni con malas artes, ni a puñetazos, ni a cañonazos. Y así es, ya empiezan a llegar y ahora pienso que no somos tan pocos, en realidad somos muchos, no sé si mi mermada memoria sería capaz de nombrar a todos. Y abrimos las puertas y abrimos la puerta y esta la pago yo y este domingo será la hostia. A vuestro lado, tal vez por la búsqueda inocente, todos los días son domingo o sábado por la noche. Y nos encontramos, todos, Marco, Virginia, Avi, Gema, Valiente, Ana, Amaia, Borja, Lupe, Felipe, Luismi, Ramón, Jorge, Eusebio, Raúl, Bea, Jorge, Ángela, Carmela, Mary, Gaby, Migue, Paula, Jorge, Belén… Al final no es poca la gente, somos muchos, la cuenta de cada ronda ya cuesta una pasta y siguen llegando más y nada me puede dañar, nada ni nadie me puede dañar si estoy con vosotros.

La Luna y el lagarto son nuestra bandera, la Puerta es nuestra patria, la risa nuestra política, los abrazos nuestros discursos, nos gusta cantar rock and roll donde es conveniente permanecer callado…, así que, amigo Enrique, héroe silente, tengo que decirte que hay muy poca gente hoy, sin embargo pronto seremos muchos y regaremos los cerezos en días de lluvias torrenciales. La aguja y el daño hecho que nos entonaba el señor Young pueden esperar eternamente, mejor cántanos hoy Lady Blue porque la lluvia de asteroides ya pasó y no fue para tanto, o La actitud correcta, o Ven y camina conmigo, que nosotros somos insensatos navegantes en busca de un parnaso exclusivo, nosotros somos La Puerta, nuestros destinos están unidos, cambiamos de piel, brindamos y que la suerte nunca nos falte.

Cúrame de espantos

 

Dicen que mi talante es como el mal vino hecho de mala uva, peleón. Dicen que no suelo estar prácticamente nunca en mis cabales, que casi siempre me-ando por las lunas, por Venus, por Marte o más lejos todavía. Bendita maldita locura que me evade de tierras y barros; bendita maldita tierra y barro que me evaden de la locura sin cura; bendita maldita música que con cuatro acordes, dos cervezas y tres saltos me saca de la manipulación de los obtusos.

Dicen y dicen y no paran de decir y de desdecir, pero qué me estás contando, si no nos conociéramos podrías despistarme poniendo y quitando, subiendo y bajando, riendo y llorando, mintiendo y dimitiendo; si no nos conociéramos, sin tomarme la molestia de presentarme te explicaría que, lo que me explicas con ahínco y persistente insistencia, ni me viene ni me va, por el derecho me entra y por el izquierdo se me escapa.

Dicen quienes dicen que yo solo me rompo los nudillos aporreando la barra de algún bar pidiendo otra ronda porque esta noche se la merece. Dicen quienes dicen lo que les dicen que yo solo rompo mi garganta chillando a bombo y platillo cuando me barren los pies sin piedad y me echan a patadas a la hora de cerrar, que por cierto, siempre es demasiado temprano.

Dicen y dicen, como los peces en el río que no paran de beber, los “periodistas” no paran de decir, y es verdad que nunca gano la partida porque nunca juego y solo en sueños o en pesadillas apuesto apuestos besos de tornillo con malas cartas y tirando de farol.

Y dicen quienes creen conocerme que con esas boberías me cargo de razón, de la mía que no quiero transmitirte porque no quiero ni necesito que sea de nadie más. Y dicen quienes conocen conocerme que me doy la vuelta y arrastro mi carga caminando despacito aunque ese nubarrón gigantesco que avanza entre retruécanos por el oeste amenace chaparrón y pueda llenarme de charcos el corazón. Lo que sí es cierto es que me-ando con lentitud para no tener que pensar, que hay asuntos que cansan mucho y me pueden llegar incluso a agotar. Despacio me acerco a los árboles que me impiden ver el bosque y acredito mi derecho a regresar sin objetar, ni tergiversar, ni agostar.

Dicen los que dicen que alguien les dijo que les dijeron unos que decían, que a veces lloro como un chiquillo, pero que no se equivoquen todos cuantos digan, no es mi llanto para llamar la atención, no me compren caramelos agridulces machucados en el asfalto en cabalgatas de reyes que yo prefiero algo de alcohol. Ahora, eso sí, deja de cacarear lo que te dicen, maledicentes, los que dicen sin decir, yo no estoy en mis cabales y no obstante tampoco tú lo estás o a mí no me lo parece. Pero, ¿qué me estás contando? Tú que tanto sabes, por favor, cúrame de espantos, cúrame de dichos y de bichos, cúrame de ruidos y si lo que dicen las esquinas no es más bonito que el silencio, ¡cállate!, guarda silencio y déjame disfrutar de mi sordera. Y… digo yo, que si dicen los que dicen, pues que dizan, que a mi paracetamol no le importa lo que dizan.

La tasca donde la poesía es bebía

 

Hay sonatas que comienzan en re menor, hay canciones que se inician en fa sostenido, hay sinfonías que culminan en el mayor de los soles.

Hay años que comienzan con buen pie, hay otros que empiezan con tropiezos, trastabillando, y otros años, por lo general los bisiestos, los iniciamos atragantándonos.

Este nuevo año recién estrenado es bisiesto, por lo que a mí respecta lo he empezado de forma absolutamente normal, ni bien ni mal, sino todo lo contrario. El día por el momento ha sido tranquilo, su camino ha transcurrido dentro de lo habitual y para no romper esa anodina normalidad hago lo de siempre y salgo caminando despacio hacia la tasca, donde, como en todas las tascas, la poesía se toma bebía.

Me hallo pasando estas vacaciones navideñas en un pueblo pequeño en la vertiente sur de la sierra de Gredos. La población es escasa y por lo tanto solo hay dos bares, habitualmente recorro ambos cuando salgo, esta tarde empiezo por el más lejano a mi casa, tardo tres minutos en llegar, por el camino no me encuentro con nadie.

Entro.

El local está casi lleno, todas las mesas ocupadas y cerca del mostrador una decena de personas. No tengo que pedir mi consumición, el barman me conoce de sobra y sabe qué ponerme en cada momento del día, saludo a algunos conocidos y cuando me doy la vuelta, mi cerveza ya me aguarda en la barra. Doy un trago largo, ¡qué rica!, muy fría con un poquito de espuma como a mí me gusta. La poso en el mostrador y continúo hablando con mis vecinos y felicitando el año nuevo a quienes no pude saludar anoche. Al rato vuelvo a la barra a continuar degustando mi cerveza, junto al vaso veo un plato, el camarero me ha puesto dos banderillas de aperitivo, no me apasionan pero las tomaré para trasegar mejor la caña. Me como de dos bocados una de ellas, está demasiado fuerte, tiene mucho vinagre, por eso bebo de mi vaso y casi dejo la bebida terminada. ¿Por qué se llamará banderilla a esta tapa? Supongo que todos saben de qué se trata, un palillo en el que se insertan pequeños trozos de distintos alimentos, frecuentemente encurtidos. Antes se le llamaba Gilda, pues se popularizó en el donostiarra Casa Vallés cuando un cliente ensartó en un palillo varios encurtidos sobrantes de varias consumiciones anteriores y se le puso el nombre de la famosa película de Rita Hayworth, puesto que también era verde, salada y picante, como la actriz.

En esos pensamientos me ando inmerso cuando empiezo a comer la segunda banderilla. La saboreo y detecta mi paladar el ácido y picante gusto de la cebollita, del pimiento, de la guindilla, y casi sin demora me enfrento al pepinillo. Y entonces empieza el calvario que convierte a la banderilla en un rejón de muerte.

El vinagre se agarra a mi garganta y la abrasa, empiezo a toser de forma estentórea, mis músculos se sacuden espasmódicamente, trato de coger el vaso y beber el poco líquido que me queda pero mis dedos no lo alcanzan y sigo tosiendo. Ante la imposibilidad de respirar y la falta de oxígeno, caigo de rodillas, miro a mi alrededor sin comprender por qué nadie me ayuda y oigo carcajadas, todos los parroquianos se parten de risa ante mi más que probable muerte.

Vaya forma de empezar el año, muerto por atragantamiento causado con el vinagre de una Gilda el día de año nuevo, no se me ocurre en este postrero instante, una defunción más ridícula.

Las estoy pasando moradas y morado debo estar ya a estas alturas con lo mal que le sienta a mi rostro el color violáceo, y lo peor es que nadie parece percatarse pues todos siguen riendo y haciendo bromas a mi costa. Caigo derrumbado en el suelo sin resuello.

— Como te mueras por culpa de una banderilla resucitas y repites por imbécil— me digo a mí mismo mientras me asfixio sin remedio.

Creo percibir en mis estertores finales el aullido de una sirena, quizá sí se han dado cuenta de la gravedad de la situación y han llamado a una ambulancia. Unas personas con chalecos de colores vistosos entran en el local, también es nefasta publicidad para la tasca donde la poesía es bebía que un cliente se les muera la tarde de año nuevo, es de mal fario empezar el año con un cadáver a pie de mostrador.

Creo ver a Caronte con su barca repleta de sombras errantes que se dirige hacia mí, si pudiera hacerlo pondría una moneda bajo mi lengua para pagar mi último viaje y tener un entierro adecuado. El barquero es tal y como yo lo he imaginado siempre, viejo y rudo, ataviado con negros harapos y oculto su rostro con un antifaz perverso. Empiezo a temblar por miedo a la muerte inminente, por terror al ridículo espantoso de mis exequias. Alguien se arrodilla junto a mi cuerpo inerte y me abofetea repetidamente las mejillas mientras grita:

— Despierta, despierta, despierta.

Despierto envuelto en sudor. Maldita pesadilla. Ya me dijo mi doctor que no echara la siesta tras una opípara comilona. Al menos todo ha sido mentira, una pesadilla, una burda broma de mi pandorga demasiado repleta.

Me lavo la cara con agua muy fría, me peino, arreglo las arrugas de mi ropa, me pongo el abrigo y me voy despacio, no hay camino si no se da el primer paso. Hay mucha gente en la tasca, todas las mesas están ocupadas por ruidosos parroquianos y, cercanas a la barra, más de una docena de personas beben y gritan y ríen y vuelven a beber y a gritar y a reír. Saludo a algunos, felicito el año, participo de los jocosos comentarios. El camarero me conoce bien y cuando llego al mostrador ya tengo allí mi vaso de cerveza, al lado de la caña hay un plato con dos banderillas.

Salgo corriendo como alma que lleva el diablo espoleado por el macabro aperitivo y gritando al barman a quien consideraba amigo:

— Tú lo que quieres es matarme para empezar el año. —Ante la estupefacción de mis vecinos corro y chillo sin cesar—. No vengas, Caronte, que no pienso comer banderillas ni ahogarme en vinagre.

 

Dedicado a Roquito y Agustín, el ahogado y el barman respectivamente. Amenacé con hacer un relato y aquí está. Un abrazo a los dos y feliz año carente de banderillas y Carontes.